1. Las Humanidades en el ámbito escolar.

17.11.2014 12:05

REFLEXIONES PERSONALES SOBRE LAS HUMANIDADES EN EL ÁMBITO ESCOLAR

    Hace unos pocos años, de aquella en la que uno empieza a, como yo digo, crecer y madurar, a interesarse por la actualidad, a interesarse por lo que pasa en nuestro día a día, y a empezar a absorber el temor que desgraciadamente transmite el sensacionalismo de los medios, empecé a cuestionarme que hacía yo estudiando “una carrera de letras”. Hoy en día, se nos comunica que las carreras de Humanidades son las que menos salida tienen en el mundo laboral y de ahí esa crisis existencial de ¿qué estoy haciendo?, ¿qué será de mí en un futuro?, ¿realmente vale todo esto la pena? Entre toda esta confusión, recuerdo una historia que una de mis profesoras de la Universidad de Oviedo me contó que hizo que el idealismo y las ganas que tenía de seguir adelante volvieran a mí.

    Ella y una compañera se encontraron un día con un hombre tirado en la acera mientras daban un paseo por la ciudad. Era una de esas noches gélidas de invierno y aquel hombre llevaba solamente puesto una camisa. Parecía haberse dado un golpe en la cabeza, no hablaba ni se movía. Lo primero que mi profesora hizo fue cuestionarse qué habría llevado a aquella persona concreta hasta aquel preciso lugar en aquella noche tan fría: ¿le habrían dado una mala noticia?, ¿por qué no llevaba ropa de abrigo?, ¿habría salido apresuradamente de su casa?, ¿habría sido víctima de un robo? La ambulancia tardó en aparecer y mientras tanto, una chica estudiante de Medicina se acercó, se inclinó con cuidado sobre el hombre, le tomó el pulso, lo incorporó y consiguió que articulase algunas palabras. Ella sabía qué hacer exactamente, cómo colocarle sobre la acera, qué posturas evitar para no causar más daños, etc. Sin embargo, mi profesora se dio cuenta de que no sólo no había podido ayudar a aquella persona de una manera práctica e inmediata, sino que además se había entretenido en tratar de construir una narrativa que le diese sentido a todo aquello. Por eso, no tardaron en surgir nuevas dudas, nuevas preguntas: ¿sería verdad que sólo las carreras técnicas y las sanitarias eran relevantes desde un punto de vista social? ¿Tendrían razón quienes situaban a las Humanidades en un segundo plano en la jerarquía del saber? Después de todo, su idealismo literario no servía ni para cambiar el mundo, ni la sociedad, ni mucho menos salvar una vida…

    Tras un largo debate, entendimos que, lo que mi profesora quería decir es que la literatura y las artes no salvan vidas en el sentido literal de la palabra. Es verdad que no pueden reemplazar a una quimioterapia, a una prótesis o medir la presión sanguínea. Sin embargo, las palabras, las Humanidades sí ayudan a curar heridas, a sanar un dolor, a celebrar un triunfo o a llorar por un corazón roto. En cada momento significativo de nuestras vidas están presentes las “letras” para ser testigos de algo, ofrecernos compañía o consuelo. Las palabras, aprendí, que también curan mentes y forman a pensadores que pueden contribuir a cambiar el curso de la vida. Así, las preguntas que mi profesora se hizo aquella noche de invierno eran tan importantes como la temperatura o el ritmo cardiaco de aquel hombre; ella estaba construyendo respuestas, estaba generando conocimiento.

    Cada vez que enseñemos, escribamos, leamos o simplemente miremos con ojos críticos un texto, una película, una noticia, estaremos, de cierta manera salvando vidas, incluidas las nuestras y por lo tanto cambiando un mundo al que a veces no le vemos sentido. Es por eso que, cada vez que hablemos otras lenguas o nos sumerjamos en otras culturas, con otras palabras y otros sonidos, sentiremos cómo nuestra mente se abre más y más y podremos decir que nosotros estamos aportando perspectivas, conocimiento, y, cómo no, cambiando mundos.

 

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